sábado, 11 de noviembre de 2000

Que se sepa.

La frase descansa recta,
con sus palabras en fila,
ordenadas, perfectas.

Un susurro sigue la voz mental
del lector libando sus secretos
y la música recorre el verso
y el Universo entero pretende su certeza.

El hecho amarillento de la hoja
concreta la verdad de aquel poema
tendiendo tenues filamentos
hacia el arcano que guarda su presencia.

La plácida atmósfera invita al abandono,
y distrae la flor una mirada hacia su vida
que la mía reclama para que no me niegue,
que sepa que aún soy pleno consentimiento y existencia

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