lunes, 11 de septiembre de 2006

El Sáhara, otra responsabilidad mal atendida

Que el pasaje entero de un vuelo se quede en tierra no es noticia. Las compañías aéreas nos tienen acostumbrados. Pero el abandono por las líneas aéreas argelinas de unos niños saharauis en el aeropuerto de Bilbao, tiene el efecto de refrescar una situación cercana de la que somos responsables.


Hace algún tiempo seguí con curiosidad el rosario de recursos y procedimientos legales padecidos por un nacido en el Sáhara en los años cincuenta, época en la que este territorio era provincia española. Al fin se le reconoció que, como nacido en España, era español.

Menos suerte tienen los que quieren ser saharauis.



España, respondiendo a las presiones anticoloniales del pueblo y las internacionales, pues así lo exigía la ONU a sus miembros, proyectó un referéndum que nunca llegó a celebrarse. La salida del territorio, además, no fue una transición, sino un lamentable abandono consecuencia de la situación política nacional y la invasión promovida por Marruecos, quien se repartió el territorio con Mauritania sin contar con los verdaderos dueños.

Veinte años más tarde, la ONU empezó a tramitar la realización de un referéndum, pero tras décadas de vergonzosas demoras todo sigue igual, aún a sabiendas de que esas demoras favorecen a Marruecos, cuyos colonos siguen asentándose en el territorio y consolidando así un derecho al voto que se niega a los desplazados, refugiados principalmente en Argelia.

Porque Argelia acogió a los refugiados, en parte por su rivalidad con Marruecos y Mauritania y por una remota posibilidad, ya devaluada, de ganar una salida al Atlántico.

A la mezquindad política se une la económica. Como se trata de un territorio rico en recursos minerales, petróleo y abundante pesca, ha pasado a tener un valor muy interesante para el intercambio de favores.

A EEUU interesa su valor estratégico, por lo que dará a Marruecos todo su apoyo mientras mantenga a raya al integrismo islámico.

Y aunque los gobiernos nacionales de España han procurado no mojarse en estas aguas –símil más ridículo que paradójico tratándose del desierto, pero no menos ridícula es la política internacional desplegada-, y, decía, aunque el proceder oficial no va más allá de declaraciones de intenciones diversas y discretos apoyos, y aunque algunos grupos maniobran mezquinamente haciendo como que asumen esta causa, la sociedad y sus organizaciones no gubernamentales, se involucran cada día más con la realidad de ese pueblo. Antes que las consideraciones políticas están las humanas.

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