Intolerancia con los que molestan con ruidos innecesarios. Con los que ensucian.
Intolerancia con los que aparcan sobre la acera, en los pasos de peatones o en donde les viene en gana, cuando quieren y donde quieren, sin consideración por los demás. Con los que beben y conducen, con los que no respetan las normas básicas, con los insensatos cuyos excesos al volante ponen en peligro la integridad física del resto.
Intolerancia con los que consumen recursos de manera insultante, simplemente porque los tienen.
Intolerancia con los que contaminan y degradan el medio ambiente. Con los que incendian los montes, con los que vierten venenos en el agua. Con los que esquilman los mares. Con los que se enriquecen comercializando alimentos generados indebidamente.
Intolerancia con los corruptos. Con los que utilizan la solidaridad internacional en provecho propio. Intolerancia con los responsables políticos que se lucran mientras sus pueblos sufren necesidades.
Intolerancia con los que mienten, difaman e incitan a la violencia y al desorden antidemocrático.
Intolerancia con los fundamentalistas políticos. Con los excluyentes. Con los que detentan el poder económico, político o militar y no dudan en ejercerlo contra derecho, contra toda justicia.
Intolerancia con los fundamentalistas religiosos. Con los que no se contentan con tener a dios de su parte e intentan por todos los medios imponer sus creencias y ritos al resto, dejando al descubierto un dios sangriento, vengativo o represor.
Intolerancia con las desaprensivas empresas farmacéuticas que experimentan con seres humanos del Tercer Mundo y trafican con su salud.
Intolerancia con la miseria y con el hambre.
Intolerancia, en fin, con los intolerantes. Es lo que merecen.
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