Al día siguiente acudimos a la fiesta oficial. Todo engalanado y perlado de luces. El pisco corría a ríos. “Si vas para Chile” lo tengo desde entonces guardado en el rinconcito de mis melodías más queridas…
Meses más tarde, ya en casa, el buque hizo –o quiso hacer- escala en Valencia, y muchos se llenaron la boca quejándose porque aquel barco había sido utilizado como prisión por el régimen. Yo lucí con orgullo mi camiseta, ajeno al dolor que para otros supusiera. Ahora sé que si destruyéramos todo aquello que el hombre ha contaminado con su crueldad, no nos quedarían monumentos, ni historia, ni geografía.
Chile: no hay más camino. No olvidéis, no perdonéis, pero convivid en paz. Ni la rémora nostálgica ni la venganza pueden tener cabida en una sociedad en progreso como la vuestra. El tren del futuro no tiene paradas y cuando te quieres dar cuenta, ya han pasado los vagones de cabeza y sólo en la ausencia de pobreza puede haber esperanza de justicia e igualdad. Id unidos o no llegaréis.
P.D. Esta reflexión me parece válida para todos los navegantes.
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