lunes, 14 de julio de 2014

Enseñanza Secundaria (y 12)


En estado de duermevela garabateo la siguiente confrontación: Integración vs. Enseñanza. En un papelucho que había en la mesa, al lado de la cama, con los ojos cerrados aún. A tientas, debajo de Integración, escribo Derechos Humanos, y saco una flecha que une los dos conceptos y los enfrenta contra el de Enseñanza. La Integración y los Derechos Humanos como rivales de la Enseñanza. Me van a meter en la cárcel.

Patrick es francés, es enorme y es subnormal. No le alcanza para hacer una suma básica. Le cuesta mucho escribir. Cuando habla, es incoherente, en español y también en su lengua. Sabe que hay cosas que están mal, como por ejemplo patearle la cabeza a un compañero, así que, siempre que lo hace y algún profesor le ve, a sabiendas de que su comportamiento ha sido incorrecto, miente y dice, "Yo no o fecho nada", y se queda allí rehuyéndote la mirada. A veces, pinta una esvástica en el corcho de su aula. Pero la pinta mal. Se pierde con tanto brazo. La cruz se le va de las manos y parece un arabesco. Antonio, otro alumno, se define a sí mismo como nazi y franquista, y dice que los comunistas, los inmigrantes y las putas son el problema de todo. Abronca a Patrick, porque su esvástica es una mierda. Patrick no sabe pintar ni siquiera una cruz gamada, aunque sí le gusta el cariño, ha visto a Antonio pintando enseñas en el corcho y ha pensado que si le imita recibirá su aprobación. Antonio le reprende y sigue haciendo los deberes en perfecta armonía con su compañero de pupitre, que es negro. Pensé que podían hacer un buen tándem. Funciona. Algún día le explicaré que lleva todo el año sentado al lado de un inmigrante y el mundo de Antonio hará crack.


Todo viene a raíz del miércoles pasado. Me llamó una de las psicólogas del instituto para explicarme que a Patrick le costaba estudiar. me entregó un cuadernillo para que lo rellenara él durante la lección que yo explico al resto de la clase. La primera página constaba de tres preguntas. La primera decía: "El papá de mi papá es mi..." Y un espacio en blanco para rellenar con dos posibles respuestas: "Abuelo" y "Abuela". La segunda era la misma pero con mamás en lugar de papás. La tercera consistía en un rectángulo grandísimo en blanco, con un enunciado arriba que decía: "Pinta a tus papás". Mientras, yo imparta clases acerca del feudalismo: "lazos de dependencia", "vasallaje", "feudo", "ceremonia de homenaje" y "Europa". Pataleé delante de la psicóloga. Faltan recursos, dije. Creí que estábamos todos en el mismo bote. Erré. Metí la pata, sobre todo, cuando sugerí que Patrick debería recibir clases personalizadas, todo el rato. Saltó una orientadora y me dijo con su frase que me callara porque parecía como si yo no creyese en los Derechos Humanos. Su frase fue: ¡Y adiós a la integración! Me costó procesar. De perdidos al río. Pregunté: ¿pero qué integración? La interactuación con el grupo, dijo. Si no, el niño no se relaciona con nadie y su autoestima "rueda por los suelos". El niño del cual todos se descojonan porque tiene catorce años y está pintando a su papá y a su mamá en un rectángulo, como los nenes de cinco, peor que éstos, en realidad, porque no es muy bueno en dibujo, mientras la clase estudia la Edad Media. El mismo niño que, al día siguiente, me tira el puto cuadernillo a la cara porque le da vergüenza. O sea, que el cuadernillo es fuente de desintegración. Y Patrick siente que es una mierda retardada. Son confusas las cosas que mejoran eso de la autoestima. Un desastre.

A Patrick le ha debido de tocar los cojones muchísimo toda esta historia de la integración suya porque lo que sí sabe es que le resulta imposible integrarse intelectualmente. Los de su clase van como aviones, en comparación. Y ni siquiera son estudiosos. ¡Qué va! Son unos mantas. Lo llenan todo de faltas de ortografía. Se les descuelgan las líneas cuando escriben en un folio en blanco. Tienen una letra ilegible. Son tacaños cuando redactan. Les importa un carajo el instituto. Pero ni por esas lo podrá conseguir Patrick. Así que se enfada y da por el culo durante mi explicación, y se le une el nazi al porculeo, y otros más. Luego, los alumnos de primera fila, suspiran resignados porque mi discurso no se escucha, pierden el derecho a la enseñanza. Pero ese derecho es menos importante que el derecho a la integración, aunque sea en el ámbito educativo, porque todos tenemos que ser iguales en todo, en capacidades físicas, intelectuales y en el tamaño del pene también. Me parece que Patrick sería más feliz en otro entorno, aprendiendo un oficio a su medida, no sintiéndose como una mierda de metro noventa y cien kilos, rellena de mala hostia porque le han convencido de que puede ser un genio e inventar cosas. O convertirse en presidente del gobierno.

Sin duda, los tipos como Patrick me caen de puta madre. Mucho más que los inventores y que los políticos. Los tipos como Patrick son los únicos que me hacen entender por qué somos todos iguales.

Ludo Koza

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