domingo, 20 de agosto de 2023

Economía colaborativa

Nacida en las bienintencionadas organizaciones de código abierto, como las organizaciones sin ánimo de lucro o el comercio justo promovido por organizaciones no gubernamentales y demás organizaciones sociales altruistas, acabó siendo engullido y su filosofía desvirtuada por la "globalización" empresarial, por el intermediario listo que saca tajada y crea mercado hasta con la miseria humana.

Economía colaborativa (o consumo colaborativo) es un modelo económico en el que los usuarios se aprovechan de las nuevas tecnologías para prestar, comprar, vender, compartir o alquilar bienes y servicios. Una forma de negocio que no deja de ofrecer nuevos espacios de uso. Un tipo de transacciones que favorece a los usuarios y fomenta un consumo responsable y sostenible que beneficia al planeta...

Noticias del Parlamento Europeo
Noticias del Parlamento Europeo


Fantástica idea que aprovecha todos los medios al alcance para sacar partido a todas las posibilidades. Pero no nos engañemos: no más baratas. Eso no le interesa a nadie. Porque los promotores de la cosa, y los que proporcionan la tecnología, han nacido en el portal de belén del neoliberalismo, donde lo hacen la mayoría o donde acaban siendo explotadas. No deja de ser curioso que en un mundo externalizado, globalizado, deslocalizado... las principales empresas tecnológicas tiendan a asentarse en el mismo área.

El transporte como ejemplo. Para el usuario final, resulta más barato cuando comienza, más rápido y, quizás, más cómodo. Solo al principio. El caso de Los Ángeles, EEUU, demuestra que al acabar con la competencia de los taxis, las tarifas acaban por dispararse, y que recorrer el mismo trayecto puede resultar hasta tres veces más caro.

Las cuentas son las que son. En un transporte interviene el gasto en combustible, el sueldo de los trabajadores, la amortización del equipo, los seguros, el tiempo, el confort. Pueden abaratarse costes reduciendo cualquiera de esas variables:
  • Mejorando la tecnología, reducimos el consumo de carburante.
  • También se reducen costes bajando el sueldo de los trabajadores. Y no digamos si éstos son autónomos y han de correr con sus propios gastos administrativos, fiscales, sindicales y sanitarios.
  • Además, si el servicio está en manos de autónomos, la amortización del equipamiento queda también en manos de éstos. Un gasto menos.
  • Como ya no existe compañía, ya no hay obligación de estar asegurado. Nuevamente, es el propio autónomo el que asume el gasto, gasto que, razonan las aseguradoras, no se corresponde con la actividad desempeñada: no es lo mismo un seguro personal que cubra los desplazamientos personales del dueño de vehículo y sus circunstancias familiares y sociales que el seguro de una actividad dedicada al traslado de personas y mercancías.
  • Como no existe reglamentación que lo limite, un particular puede conducir durante horas y horas sin que nadie lo controle. Una empresa de transportes está sometida a un rígido límite de pocas horas continuadas de conducción. Éstos han de realizar paradas y relevos, aquéllos no.
  • El confort, al cabo, es una variable más subjetiva. Algunos prefieren someterse al barato hacinamiento de los rayaner.
Los transportes han de ajustarse a esos gastos. No existen euros a noventa céntimos. Una compañía de transportes ha de someterse a la reglamentación establecida: sus equipos han de estar perfectamente homologados y cumplir las estrictas medidas de tránsito y tráfico impuestas por las administraciones. Sus seguros al día. Sus trabajadores asegurados y declarados. Sus recorridos establecidos de antemano, haya o no clientes...

El futuro descriptible es el siguiente: esas compañías serán sustituidas por "organizadores" asépticos que nada exponen: no tienen más obligaciones que las comprometidas en su declaración de intenciones, pues, en definitiva, sólo se ocupan de poner en contacto al transportador con el transportado. No tienen una flota de vehículos que amortizar ni mantener, ni consumen energía, ni negocian convenios con los trabajadores, no pagan sueldos, no pagan seguros, no realizan retenciones fiscales... Solo ingresan.

Sin poder reducir ni subir los precios más allá de los límites fijados por los gobiernos, ni por debajo de los gastos de explotación, las empresas no pueden competir. Sus trabajadores acabarán en el paro.

Bueno, dirán algunos, es el resultado de un mercado libre. La oferta y la demanda. Los puestos de trabajo perdidos están ampliamente compensados por la aparición de los nuevos autónomos de los que se necesitan muchos más ya que trasladan menos viajeros por persona.

Y ahí empiezan las malas noticias.

El pastel es siempre el mismo. Es muy poco probable que la nueva forma de transporte atraiga tantas personas como para compensar el aumento real del gasto y, encima, al ser vehículos de menor capacidad el gasto en transporte se verá incrementado drásticamente... Y acabaremos pagándolo.

Noticias del Parlamento Europeo (17-16-2017)


Además del transporte, son objeto de explotación el alojamiento, la compraventa de objetos usados o no de todo tipo, la restauración, otros servicios... y si hay un beneficio económico, ¿cuál es su tratamiento fiscal?

No hay comentarios:

Publicar un comentario