viernes, 20 de noviembre de 1981

Utnapishtim


Fueron esas horas de plazo las culpables. Ante la extraña sensación inicial, como de regocijo, se alzaba ahora el fantasma de sus cavilaciones.

Nada habría sucedido si no le hubieran dado tiempo para los preparativos. Pero ahora, se decía, no podía abstraerse.

Arjuna había conseguido introducir el perro a pesar de estar considerado maléfico. Y esta le daba una pequeña esperanza.

Ni siquiera Zinag sabía lo que estaba ocurriendo. nadie en el mundo era consciente del inminente final.

Pensó en Ziusudra. Le había bastado su preparación, le habían bastado sus ofrendas a An y Enlil para alcanzar la eternidad.



Al fin y al cabo, nadie podía asegurarle una total destrucción, quizás sobreviviría alguiern... Se extremeció y regresó a la realidad atemorizado: no hacía sino buscar excusas a su egoísta modo de pensar. ¿Pero qué le quedaba? Probablemente todo ello se había tenido en cuenta a la hora de realizar la selección... ¡Selección! Ahí estaba la clave. Sus fantasías de la infancia retornaron. Después de todo, y más en las actuales circunstancias, no era descabellado imaginar que no se trataba mas que de de una prueba.

(Soy la única persona que efectivamente reside en el mundo y éste es el decorado en el que debo desenvolverme. Los demás son actores supremos de papeles perfectamente aprendidos y desarrollados; sólo a mí me es dado improvisar). Se estaba examinando su existencia.

De ser así, había que obrar con tranquilidad. Ya en poder del secreto, nada le importaba el sacrificio, porque éste era consciente y premeditado. Pediría la compañía de Zinag, no se separaría de sus allegados y conocidos más queridos y aún de cuantos quisieran seguirle, eso era lo justo y lo que, necesariamente, se esperaría de él. Dentro de los límites de lo humano se asientan el egoísmo y la prodigalidad. optaría por la última.

Había más gente, desde luego, todos aquellos con los que no cabía el trato amable, esos que le repugnaban por sus actos. Pero, en suma, no era el indicado para juzgar quién debería acompañarle y quién no. Otros decidirían.

No obstante, se retorció su mente, no podía privar de esta oportunidad a cuantos tuvieran esa necesidad, esa última necesidad. Con tal remordimiento en su equipaje no podría embarcar.

La duda fue agarrotándole e imposibilitándole para obrar con nitidez y premura. Qué tremendo vacío y qué angustia.

Pero quizás no estaba todo perdido. Su esperanza le devolvió a la vida por unos instantes.
. . .

Cuando se acercaba al lugar de la cita, completamente solo, abrumado y espontáneamente envejecido, sabía que la Serpiente continuaba viva, que acababa de arrebatarle la planta mágica de la vida eterna. Gilgamesh no pudo resistirlo.
. . .

"Pesóle a Dios haber criado al hombre en la tierra y dijo: Yo rearé de sobre la faz de la tierra al hombre (...) mas Noé halló gracia" (Génesis, VI, 1-7)
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Glosa


  • ¿Cuál es el sentimiento primero ante una información semejante?
  • ¿Y cuál la subsiguiente abalancha de deseos y pensamientos?
  • Arjuna consigue que el perro, su fiel compañero, considerado hasta entonces de mal agüero, penetre con él en las esferas celestes, anteponiendo su salvación a la vida eterna. Dádiva extrema, quizás preludio místico de su posterior humanización.
  • Sólo tú eres el depositario de la nueva, ni el yo que reside en la otra persona sabe nada.
  • Ziusudra tan sólo ha sido bueno, ganando así de fácilmente la eternidad.
  • Dudas, excusas ante las decisiones que van apareciendo: voy sólo, llevo a Zinag, a los allegados... ?y los allegados de los allegados y así infinitamente? A lo peor esto hace peligrar la propia ventaja. Y la demencia se presenta, si es que realmente ha de entenderse como tal una remota vuelta a lo profundo del subconsciente.
  • ¿Quién no lo ha pensado nunca?
  • Debido a la extenuación, puede que por hallar positiva la primera respuesta que se nos presenta, la conformista, se asume el fin sea cual sea. Todo ese preámbulo no ha servido mas que para oscurecer la decisión que, al cabo, se tomará de cualquier manera. Incluso una íntima y honda satisfacción nos conmueve al pensar que somos altruistas, generosos y, ¿por qué no? que quizás también por este camino se llega a la salvación. Lo deseamos aunque secretamente, como evitando que le dé la luz y se venga abajo.
  • ¿Y los enemigos?; paréntesis, en principio lo más cómodo: que los juzguen otros. pero ya desde ase momento están siendo juzgados por nosotros.
  • Al darnos cuenta, surge una nueva preocupación.
  • En el caos no podemos pensar ni decidir, ni siquiera sentirnos algo. Una tremenda bola se alberga en nuestro pecho, debajo de la barbilla, y sentimos el ahogo. El cerebro está intoxicado.
  • Si rompemos con todo gritando lo sucedido, sin establecer preferencias, queda un ápice de esperanza. (Aún más obscuro pero factible: esa esperanza reside en que recordamos los textos bíblicos en los que nadie hizo caso a los pregoneros del Diluvio ni de la ruina de Sodoma. Ellos lo tuvieron más fácil). (Este último pensamiento, sin embargo, es tan molesto como esperanzador).
  • Porque no lo ha dicho y va a embarcar.
  • Porque no lo ha dicho y no va a embarcar.
  • Porque lo ha dicho y no le sigue nadie. (Quizás no utilizó todos sus argumentos para persuadirles, porque, como se ha dicho, ni siquiera los personajes bíblicos lo consiguieron).
  • Porque, de cualquier manera, ha dudado y como Moisés ha perdido la posibilidad de entrar en la Tierra Prometida.
  • Porque está viejo y la Serpiente - el Deseo - le ha robado su vida eterna.

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