viernes, 19 de marzo de 1993

Valencia, 19 de marzo de 2017: Historia cercana de las Fallas



En 1995 se suscitó una agria polémica sobre la utilización de determinado tipo de petardos. Los orientales habían inundado el mercado en detrimento de la industria local. Causas: mano de obra cara por un trabajo extremadamente peligroso.

Coincidió con la creación de una asociación para la racionalización de las Fallas. Durante toda una semana un millón de visitantes se apretujaban en la geografía urbana. Centro o periferia eran caóticos. No había accesos y salidas de urgencias, no podían hacerse. Ruido total, sí. Ruido a todas horas: los humanos asociamos diversión y ruido, por eso, lo primero que se hace para ambientar un local de diversión es poner la música a un volumen bestial, hacer mucho ruido. Porque la fiesta es ruido. Ruido a todas horas. Los petardos son paquetitos de diversión prensada y con su explosión se expande ese placer. La incipiente primavera aplastada por miles de neumáticos atascados, pisoteada por cientos de miles de pisadas, cubierta de polvo y papeles y cenizas y colillas y botellas y latas y plásticos y sus restos... y  humo, mucho humo severamente contaminante de los cigarrillos sobreañadidos por el aumento de personas y por el incremento del consumo que acompaña a la fiesta propiciado por la euforia. Mayores emisiones del transporte por el aumento del número de vehículos y del tiempo de emisión causado por el permanente atasco. Más consumo de oxígeno por más personas para cuya atención se triplicaban las actividades de servicios: hoteles, cafeterías y restaurantes, consumo de agua, aumento de residuos, humeantes puestos callejeros de venta de buñuelos, churros y similares, quema constante de petardos por niños y mayores. Porque ¿cuál es el precio ecológico final de una mascletà de diez minutos o de uno de esos gigantescos castillos de fuegos artificiales de viente minutos? Y la guinda, ¿cuál es el impacto en la salud de la quema de miles de toneladas de pinturas, colas y productos sintéticos utilizados para la fabricación de los monumentos falleros?

Esa fue la causa.

Los años siguientes llovió muy poco y el crítico estado de la atmósfera planteó restricciones para los coches. Los comités anti-ruido y anti-polución comenzaron a presionar. Luego de arduas negociaciones, se consiguió reducir el número de fallas a medio centenar, con evidentes ventajas, pues ahora, concetrados los presupuestos, las fallas se convertían en verdaderos parques de atracciones para los barrios. Y casi un millar de calles se peatonalizaron y dedicaron a solaz de los viandantes. Con mayores presupuestos, los espectáculos pirotécnicos competían por conseguir efectos inolvidables. Con la concentración se consiguió reunir y acotar lugares para la tira de petardos, para bailar o escuchar música, para las celebraciones verbeneras, controlar y concentrar el aparcamiento y habilitar canales de urgencias adecuados.

Ahora los visitantes, cercanos y lejanos, aunque desbordaran las previsiones, no lo arrasaban todo. La fiesta se racionalizó y modernizó y las comisiones falleras se constituyeron en sociedades anónimas. Como sus circunscripciones coincidían ahora con las de las asociaciones de vecinos, gozaron de subvenciones y exanciones y su complejidad jurídica flotaba en las aguas de intereses políticos, económicos, financieros, sociales, urbanísticos...

Al cabo, la buena gestión hizo de algunas fallas boyantes empresas con gran poder en el consistorio y aún en el gobierno autonómico, pero entonces los vecinos perjudicados por una fiesta que ya venía a durar diez días de manera ininterrumpida, exigieron compensaciones, organizándose y acudiendo al arbitrio.

Las nuevas empresas acordaron indemnizaciones para los afectados, pluses laborales para los obligados a mantenerse en su trabajo - transporte, sanidad, seguridad... -, e incluso organizando viajes de recreo o lugares de retiro concertados para los que no quisieran padecer los inconvenientes de la fiesta.

Los dos primeros años la cosa no fue fácil, porque se dieron las naturales reticencias, pero al fin, convencidos de sus ventajas, muchos decidieron marcharse. Entonces robaron en sus casas.


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