La base cuadrada eleva su planta vítrea y translúcida ofreciendo sus huecos.
Se han suavizado sus aristas que ahora permiten un aterciopelado roce, siempre frío, siempre cálido. Denso.
¿Qué tinta habrá contenido? ¿Cuántos sentimientos habrá descrito?
Aún parece que se percibe el roce de la pluma para desechar el exceso de carga. Se aproxima luego al papel, poroso y acogedor, agradeciendo el compartir que la mano ahora le ofrece.
En Occidente, la escritura no ha perdido del todo su color. Ese color poderoso que aún preserva el kanji, capaz de decirnos tanto de un solo vistazo, con un solo trazo.
Cada mano plasma su mundo a través de su grafía. Por la mano se transmite el alma a quienes sepan apreciarlo:
Toda la tarde estuvo esperando,
pero el calor no vino y sí el frío. Y vino también la noche y el presentirlo. Pero Dios no vino, y acabó muriendo. |
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