miércoles, 12 de julio de 2000

El universo en un verso

Todo el universo
cabe en un verso.


En ocasiones, uno tiene necesidad, o solo ganas, de decir algo pero no sabe cómo hacerlo.

O también, quiere decir algo que no sabe qué es; expresar una idea que aún no ha madurado y que quizás no madure nunca.

Antes, cuando escribía a menudo, parecían fluir mejor las ideas e incluso tengo la sensación de haber sabido dominar el tropel que embozaba el entendimiento, alineando su salida por el lento conducto de la escritura. Otras veces, durante un paseo o simplemente lejos del material de escritorio, se iban ordenando en mi cabeza estructuras que luego sabía plasmar. Es una sensación que no se ve corroborada por la lectura de algunas páginas de entonces, páginas torpes y vacías, de lamentable mecanografía.

La mano es la que debe hacerlo, aunque confieso que en ocasiones, el espíritu es capaz de inspirarnos sea cual sea el medio a nuestro alcance.

Bien es verdad, pienso ahora, que siempre he pretendido más el verso, capaz de crear universos enteros con una escueta línea, con una palabra.

En el verso me gusta hasta la estética física del grafo. El verso es arte total: es música y escultura y pintura y arquitectura (sintáctica y urbanizable) y literatura... es, efectivamente, todo un universo.

Y es en el superrealismo donde mejor puede concretarse tanta sustancia, tanta belleza.

Tengo siempre, bueno, a menudo, ese verso supremo suspendido entre mi pecho, la garganta y la frente, formando una esfera, una burbuja etérea que algún día puede romperse y dejarme ver.

Ese día...

No hay comentarios:

Publicar un comentario