Dios no existe

Si dejo un grifo de agua potable abierto mientras me afeito, y no viene un rayo y me fulmina, es que Dios no existe.

Si voy por la calle sorteando centenares de excrementos de perros sobrealimentados, mientras casi un tercio del mundo muere de hambre o malnutrición, y Dios lo sabe y lo consiente, es porque no existe.

Si, incluso parado ante una luz roja, sin moverme, soy capaz de pulverizar en segundos los millones de años que tardaron en producirse los hidrocarburos, y encima contamino el aire que todos respiramos, y la Humanidad lo consiente, es porque Dios no existe.

Si existiera, ¿cómo iba a consentir la lista interminable de pueblos y gentes abandonados a su suerte, sometidos o inducidos a guerras, mientras el resto asiste impasible a saqueos, violaciones, genocidios, injusticias, muerte… incluso en Su nombre?

Permitimos el exceso y la abundancia, un lujo desbordante como el que mostraron aquellos imperios de la historia cuando, ya podridos, empezaron su decadencia. El despilfarro no ofende, sino que se contagia. ¿Hay diferencia entre una liposucción actual y la provocación del vómito de los antiguos?

Cuando un habitante de la Tierra, o incluso su mascota, consume recursos energéticos para deshacerse de las secuelas de un abuso energético anterior y la ira divina no lo alcanza, es porque dios no existe.
Y si dios no existe, ¿por qué lo inventó el hombre?

Para poder ser más cruel en su nombre.