Al oírles, Tonis envió a toda prisa un mensaje para el faraón Proteo: “Acaba de llegar un extranjero de linaje teucro, que ha cometido en Grecia un crimen impío: ha seducido a la esposa de su mismo huésped y se lleva a esta mujer e inmensos tesoros. ¿Le dejaremos que se haga a la mar o le quitaremos lo que traía consigo?”. Proteo envió un mensajero con la respuesta: “A este hombre, sea quien fuere, que ha cometido un crimen impío contra su mismo huésped, prendedlo y llevadlo a mi presencia para que sepa yo qué razones podrá dar”.
Tonis los prendió y envió a Menfis, donde Proteo pronunció su sentencia: “Si no pusiese mucho empeño en no matar a ningún extranjero de cuantos, arrojados por los vientos, han venido a mis dominios, yo vengaría al griego en ti, ¡oh más vil de todos los hombres!, que, recibido como huésped, cometiste el más impío crimen. Te llevaste a la esposa de tu propio huésped y ni aún esto te bastó, y te vienes después de haber saqueado su casa. No te mataré, pero no te permitiré que te lleves a esa mujer con los tesoros, sino que los guardaré hasta que tu huésped griego quiera venir a llevárselos. A tí y a tus compañeros os ordeno salir de mis dominios dentro de tres días; si no, seréis tratados como enemigos".
Así me contaron los sacerdotes, y me parece que Homero tuvo noticia de esta historia; pero como no era tan apta para la epopeya, la dejó a un lado, aunque manifestando que también la conocía.
Después del rapto de Helena, llegó a la tierra de los teucros un gran ejército griego en socorro de Menéalo. Enviaron a Ilión embajadores y reclamaron a Helena y los tesoros exigiendo satisfacción. Como los troyanos juraran que no tenían ni a Helena ni los tesoros, que todo eso se hallaba en Egipto, no siendo justo dar satisfacción de lo que retenían los egipcios, los griegos pensaron que los troyanos se mofaban, sitiaron la ciudad hasta tomarla y como tras esto no aparecía Helena y seguían oyendo la misma explicación, se convencieron y enviaron a Menelao ante Proteo.
Llegó Menéalo al Egipto y remontó el río hasta Menfis, obteniendo grandes regalos de hospitalidad y recibiendo intacta a Helena y todos sus tesoros. Pero se condujo inícuamente, pues como le retuvieran vientos contrarios durante mucho tiempo, tomó dos niños de unas gentes del país y los despedazó en sacrificio. Cuando se divulgó el crimen hubo de huir con sus naves hacia Libia.
Así decían los sacerdotes egipcios y, a la verdad, yo también doy crédito a la historia, tomando en cuenta lo siguiente: si Helena hubiera estado en Troya, hubiera sido devuelta a los griegos, quisiese o no Alejandro, porque ni Príamo hubiera sido tan insensato ni sus demás deudos como para poner en riesgo sus vidas y la de la ciudad para que Alejandro gozara de Helena.
(Los Nueve Libros de la Historia, II-113 y ss.)
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