Como previsión, por las advertencias de los analistas que llevaban años avisando de que el sistema público de pensiones era insostenible, inicié un plan de pensiones privado en el año 2000.
No era una inversión especulativa, sino una forma de ahorro conservadora para garantizar una vejez sin sobresaltos, penurias ni necesidades tras más de cuarenta años de labor profesional, y las correspondientes cotizaciones, para asegurar un futuro digno e independiente. Un plan de pensiones, en fin, "cauto".
Durante estas dos décadas y pico de "ahorro", ha habido altibajos. Al principio, desgravaba un buen pellizco. Una ficción, en realidad, porque lo que no pagaste entonces lo acabas pagando al hacer efectivo el ahorro. Ningún regalo. Luego fue peor y se limitó el ahorro total anual a una cantidad ridícula, desmotivándolo e incentivando la inversión especulativa. Eso desde la izquierda gobernante.
Pero los altibajos no solo han sido fiscales, también bancarios. Las fluctuaciones fueron tan asombrosas que la propia entidad de ahorro presionaba para que liquidara el plan porque las pérdidas eran superiores a las aportaciones. Eso sí, querían que reinvirtiera el dinero en algo más rentable. (¿Para quién? podría preguntar, porque el pastel es el que es, y lo que uno gana otro ha de perderlo. No existe generación espontánea tampoco en el dinero.)
La corrupta voracidad física y moral del (nuevo) capitalismo que todos (los que ganan) alaban, bendicen y apoyan, les lleva incluso a repartir Honoris Causa a quienes perpetran nuevas formas de exprimir la gigantesca estafa piramidal que nos ha engullido, esa que miman poderosos millonarios y políticos.
En casi un cuarto de siglo, mi discreto plan de pensiones "arroja" una revalorización del 1,23 %.
La inflación acumulada en España desde el año 2000 ha sido del 47,3 %.